miércoles, 12 de diciembre de 2007

Mar de Weddell


La foto es del iceberg 56B, del mar de Weddell.

He titulado el libro de poemas que acabo de terminar Mar de Weddell, y uno de sus poemas es:

¿y si hubiera atravesado ya la blancura?
¿y si estos pies descalzos (míos) hubieran paladeado (ya) el hielo?
La indiferencia escarchada del níveo infinito polar.
¿y si todo esto,
lo antártico,
no me resultara enloquecedor?
Ni mortal.
¿Y si lo inverosímil fuera arder?

Poco después de internarse en un helado mar de Weddell, la Expedición Imperial Transantártica, capitaneada por sir Ernest Shackleton a bordo del Endurance, quedaría atrapada en el hielo, sin posibilidad de escapar. Planeta acaba de editar un libro de gran formato con las fotografías que Frank Hurley tomo (y salvó) de la expedición, que viene a ampliar otro libro también publicado por Planeta (Atrapados en el hielo) en 2005. Ambos muestran paisajes desolados de un blanco absoluto en los que resulta muy fácil adivinar el silencio desértico y el frío en las manos.

Sorprende poderosamente observar el rostro de todos esos hombres, que cenaban buey en salazón, zanahorias, patatas hervidas y tartas Banbury, y que seguían realizando sus tradicionales brindis del sábado por la noche «a la salud de las novias y las mujeres». Sorprende descubrir en ellos miradas cargadas de entereza, lealtad, diligencia y dignidad. Shackleton estaba, al parecer, obsesionado con la idea de mantener al grupo unido, cosa que lograría hasta el final, cuando todos los hombres, vivos, fueron rescatados en isla Elefante. Supongo que cualquier desunión real o cualquier acto de subversión en medio de las ventiscas, de la inquietud, de los dieciocho grados bajo cero y de los grandes bloques de hielo que se movían y que hacían que también el Endurance se zarandeara, antes de destrozarlo, habrían podido llevarles a la locura.