lunes, 29 de diciembre de 2014

Criaturas salvajes

Braulio Ortiz ha escrito para El Día de Córdoba un nuevo texto sobre Mente animal, y sólo puedo agradecerle con total sinceridad que haya leído el poemario con tanta atención y que lo haya tratado con tanto cuidado. Su generosidad es mayúscula. Y su facilidad para extraer de los poemas lo esencial fijándose en los rincones más reservados, hablando de la «intimidad áspera y dolorosa» del libro, me ha desarmado por completo. Reproduzco aquí su reseña con un inmenso ¡gracias!


En la obra de Pilar Adón, la naturaleza no se muestra como un refugio amable: es un espacio inhóspito, un paisaje en el que las ramas se tuercen hacia el lado de la sombra. Incluso la belleza de la tierra brinda a veces al visitante la perplejidad: «Regresan las hojas nómadas. Y pienso: / si la naturaleza es hermosa, ¿por qué yo no?», se interroga la voz de Mente animal, el libro con el que la autora vuelve al mundo rural que abandonaron sus padres y habitaron sus abuelos para reflejar allí el escalofrío y la desazón de la experiencia humana. Adón sabe que en las tardes de cielo limpio también resuena la tormenta, como si en el campo fuera más evidente que el hombre no es sino una criatura salvaje. Un pueblo puede ser el escenario del rencor, del suicidio, de la maledicencia, un enclave marcado por una leyenda oscura: «Usaron las piedras del primitivo puente / y las de la granja del abuelo / que no pudo pagar porque se lo gastó en vino. / Usaron las piedras de la ermita / y todos los niños de la casa nueva / nacieron muertos».

Tras La hija del cazador, la escritora madrileña vuelve a cargar el rifle, y firma uno de los libros más rotundos de 2014, un poemario descarnado y bello en el que a pesar de la crudeza de los ambientes descritos nada parece gratuito o forzado, todo está narrado con una austeridad y una contención admirables. Adón es cada vez más consciente de la plenitud de sus recursos y no necesita recurrir a golpes de efecto: Mente animal es un libro de una intimidad áspera y dolorosa, y sus versos poseen una autenticidad incontestable.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

No telling

Vi esta película hace unos días en el Sundance Channel y he de decir que me parece poco recomendable para los amantes de los animales en general y nada recomendable para los amantes de los perros en particular. Pero también he de decir que es indudable que deja su poso y que, ya por eso, supongo que sus responsables se salieron con la suya.

Si es que «la suya» era intentar concienciar a la gente de lo cruel y bárbaro que resulta hacer experimentos con animales.

La película viene a contar la historia de un científico que se esconde con su mujer en una casa de campo para ensayar en animales sus nuevas técnicas médicas que, de tener éxito, le enriquecerán a él y a quienes financian sus salvajadas. 

Jamás la habría mencionado aquí de no haber sido porque hoy no he podido evitar pensar en ella al ir al mercado y ver cómo se exhiben en las vitrinas de las carnicerías los cuerpos enteros de los animales que algunos ya están comprando para comérselos estas fiestas. No es la primera vez que veo semejante exposición, claro está. Y siempre me ha parecido patológica y propia de seres muy alejados de su verdadera naturaleza la ocurrencia de exponer cadáveres de animales en escaparates, entre hojas verdes de adorno, cual bosque, entre frutas o cualquier otro objeto, como si las carnicerías tuvieran también escaparatistas o decoradores de interior poco relacionados con la palabra sensibilidad. Pero el caso es que hoy me ha producido una desazón mayor pasar por delante del muestrario. Al principio no sabía a qué achacar el malestar y, como se suele hacer cuando se quiere encontrar una causa, un origen o una explicación para lo que se siente, me he lanzado a bucear en el recuerdo de manera rápida mientras seguía andando. He retrocedido en el histórico de impresiones intentando averiguar de dónde venía esta mía de hoy, y pronto he comprendido que toda esa indefensión y esa huella de brutalidad procedían de la mezcla explosiva de ver a los clientes de la carnicería riéndose con ganas y fruición del cuerpo de un cochino pequeño junto con las imágenes que todavía me rondan de esta película atroz:


jueves, 4 de diciembre de 2014

Jane Kenyon

Durante la presentación de Mente animal en Zaragoza, Luisa Miñana me habló de la poeta Jorie Graham y de su poemario Rompiente, y gracias a esta recomendación, curiosidades de los hilos literarios, llegué a Jane Kenyon, a quien estoy devorando gracias a la antología que Pretextos publicó en el año 2007, De otra manera, con magnífica traducción de Hilario Barrero.

Dos poemas de Jane Kenyon:
QUIÉN

Estos versos están escritos
por un animal, un ángel,
un extraño sentado en mi silla;
por alguien que ya sabe
cómo vivir sin problemas
entre libros, pucheros y sartenes…

¿Quién es el que me pide que halle
lenguaje para el sonido
que hace la pezuña de una oveja al golpear
una piedra? ¿Y quién pronuncia
las palabras que son mi alimento?


DOS DÍAS SOLA

Tú no estás aquí. Mantengo
el fuego encendido, aunque no hace frío,
alimentando la estufa hambrienta.
Leo el periódico de la tarde
mientras cinco generaciones
me observan por encima del hombro.

En la leñera
la oscuridad me rodea y penetra en mí.
El único sonido que escucho
es mi propia respiración. Quizás
ya no encaje aquí.
Nada me dice lo contrario.




Estas fotografías fueron tomadas en la librería Los portadores de sueños durante la presentación de Mente animal el pasado día 19 de noviembre.